Patrones de actividad física en adultos con síndrome de Down

Patrones de actividad física en adultos con síndrome de Down

Dept. Pediatrics and Down Syndrome Program, Massachusetts General Hospital, Boston.

Nota. El presente artículo es un amplio resumen traducido del original publicado en J Appl Res Intellect Disabil 2020; 00:1-8. DOI: 10.1111/jar.12773

Introducción

Las personas con síndrome de Down alcanzan ahora una edad en que las enfermedades crónicas, impactadas por décadas de hábitos en su estilo de vida, empiezan a mostrar sus complicaciones. La actividad física es una conducta en el marco de la salud que ofrece la posibilidad de mitigar algunas situaciones debilitantes que acompañan al SD, como por ejemplo la obesidad y la osteoporosis. En la población general, ambas mejoran al realizar el adecuado físico. Incluso pensando en el riesgo que los adultos con SD tienen de desarrollar la demencia tipo Alzheimer, se apunta a la posibilidad de que la actividad física sea un instrumento de prevención de la evolución hacia el declive cognitivo y conductual propio de esa enfermedad (Ptomey et al., 2018).

Pese a los posibles beneficios que reporta la actividad física, los estudios previos indican que las personas con SD desarrollan bajos niveles de actividad física en comparación con la población general (Espósito et al., 2012; Phillips y Holland, 2011; Shields et al., 2018), si bien algunos se refieren a la población infantil o se basan en apreciaciones subjetivas propias o de los padres (Martin y Choi, 2009; Menear, 2007).

En Estados Unidos, las recomendaciones nacionales para los adultos, incluidos los que tienen discapacidad, son de al menos 150 a 300 min por semana de actividad física aeróbica de intensidad moderada, o 75 min por semana de intensidad fuerte (US Dep, 2018). La Organización Mundial de la Salud aconseja parecidas recomendaciones (WHO, 2019). En el caso de los adultos con discapacidad, las guías de USA destacan la importancia de reducir la inactividad todo lo posible pese a los problemas que puedan surgir. Ciertamente, las personas con SD encaran múltiples barreras para realizar la actividad física: su reducida coordinación de movimientos, menor capacidad para el ejercicio aeróbico, dependencia de otras personas para acudir a los centros especiales, carencia de programas específicos, no disponibilidad de personas que le acompañen durante el ejercicio (Mendonca et al., 2018; Barr y Shields, 2011).

Pero se ha de reconocer el esfuerzo de muchas familias, instituciones locales, nacionales e internacionales por promover programas asequibles que mejoran las circunstancias que hemos señalado. Y de hecho se ha comprobado repetidas veces las radicales mejorías que las personas con SD consiguen en su movilidad y agilidad corporal y en su estado físico general. No obstante, se hace preciso investigar con objetividad los patrones de actividad física y los perfiles de intensidad en los adultos con SD mediante sistemas de medición que sean objetivos. Tal ha sido el objetivo del presente estudio en un grupo de personas con SD mayores de 18 años que han acudido a nuestro Programa Síndrome de Down en el Massachusetts General Hospital de Boston, entre octubre de 2018 y febrero de 2020.

Métodos

Se midió la actividad física mediante un acelerómetro Actigraph (wGT3x-BT o GT3X; ActiGraph LLC). Los monitores Actigraph son acelerómetros triaxiales, bien validados como instrumentos que miden la actividad física; de hecho son considerados «gold-standard» para evaluar la cantidad e intensidad de la actividad física en condiciones de vida real. Basándonos en experiencias previas para medir dicha actividad en los adultos con SD y en los problemas para conseguir criterios estrictos en su uso, ajustamos los requisitos de tiempo para este estudio, con el fin de maximizar la adhesión al protocolo y promover la colaboración de los participantes. Cada participante llevó el acelerómetro adherido a un cinturón elástico colocado alrededor de la cadera durante, al menos, 4 días de la semana y un día de fin de semana, hasta 3 semanas, ya que son diferentes las actividades de los días regulares y los de fin de semana y de ese modo se registra mejor la actividad física total. Se retiraba el acelerómetro durante el sueño, en las actividades con agua o en deportes de contacto.

Los datos fueron recogidos y validados mediante softwear ActLife (ActiGraph LLC). Inicialmente se dispuso que recogieran actividad cada 60 seg.  Se clasificó como tiempo sedentario a una actividad de <100 cuentas por minuto, ligera para 100-2.019, moderada para 2.020-5.998, intensa para ≥5.999 (Troiano et al., 2008). Se registraron también los pasos diarios así como la información sobre periodos sedentarios y periodos de actividad física moderada a intensa ininterrumpida (MVPA).

Se recogieron otras informaciones: talla y peso, índice de masa corporal (IMC), nivel de verbalización, diagnóstico de demencia, vivienda solo o en grupo o con la familia, raza y etnia, estación anual en la que se recogieron los datos.

Resultados y análisis

De los 63 participantes iniciales, la muestra final se quedó en 52 adultos con una media de edad de 35,1±10,8 años (46% varones), y una media de IMC de 30,2±6,5: el 75% tenían sobrepeso o eran obesos (IMC ≥ 25). Alrededor del 12% vivían solos, el 65% con la familia y el 23% en domicilios en grupo. Once (21%) tenían demencia. Los participantes ofrecieron una media de 20 días de datos (entre 6 y 30), incluida una media de 6 días de fin de semana (entre 2 y 9). La media de tiempo diario en que portaron el cinturón fue de 576,3 min: el 87%, al menos 6 hr diarias, el 65%, al menos 8 hr diarias y el 46%, 10 hr diarias o más. Las medianas de las distintas mediciones fueron:

  • Pasos diarios: 3050.
  • Tiempo sedentario diario: 393,5 min±216,6, rango 60,3-1.381,3.
  • Actividad ligera: 150,7 min±85,5, rango 21,1-413,5.
  • Actividad moderada: 6,3 min±13,5, rango 0,3-88,3.
  • Actividad intensa: 0 min, rango 0,3-159,0.
  • Periodos de MVPA: 6,3±22,4, rango 0,3-159,0. El valor de 159,0 correspondió a un participante excepcional que también tenía autismo.

Los MVPA diarios fueron inferiores a 40 min en todos los participantes menos uno. La media de los periodos sedentarios por día fue de 9,7±4,8, con una duración media de 30,7±62,0 min por periodo, mientras que la de los MVPA fue de 5,5±18,2 con una duración media de 2,1±3,5 por periodo.

Fue mayor la actividad ligera en las personas en fase inicial de demencia que en las que tenían demencia declarada o no tenían demencia, pero no se observaron diferencias entre los distintos tipos de demencia en el tiempo sedentario diario, contaje de pasos o nivel de MVPA. El IMC o estado de sobrepeso/obesidad no marcó diferencias en el tiempo sedentario diario, contaje de pasos o BMVA. Los adultos que vivían solos mostraron periodos sedentarios más prolongados (83,5±166,7 min) que los que vivían con la familia (25,0±33,9) o en viviendas con compañeros (20,4±4,9). En los modelos de regresión los minutos diarios de actividad ligera mostraron una relación inversa con el IMC, y una relación directa con el vivir solo. El vivir solo guardó relación directa con el número de pasos diarios, en mayor grado que el grupo de los que vivían con otros compañeros.

Parece claro que la actividad física desarrollada por esta muestra de adultos no cumplió con las recomendaciones de las guías nacionales. Su actividad física diaria no mejoraría su salud, con bajos contajes de pasos y altos niveles de tiempos sedentarios. Menos de uno por cada diez alcanzaron los niveles recomendados de actividad física moderada y sólo una llegó a los niveles de actividad intensa.

Puede haber razones biológicas que fundamenten estos niveles bajos de actividad física en los adultos con SD. El bajo tono muscular y la disregulación del sistema autónomo pueden hacer difícil alcanzar los niveles recomendados de actividad. Estudios recientes han mostrado que su capacidad de captación periférica de oxígeno durante el ejercicio está reducida, y se encuentra alterada la actividad del sistema nervioso vegetativo. Esto puede llevar a que la respuesta al ejercicio se encuentre atenuada  debido a un menor incremento en la actividad simpática del corazón y a una peor regulación del flujo sanguíneo periférico (Fernhall et al., 2013; Hilgenkamp et al., 2018; Mendonca et al., 2018). Estas alteraciones fisiológicas pueden llevar a una disminución en la oxigenación y perfusión muscular, con la correspondiente acumulación de ácido láctico y sensación de fatiga muscular. Juntas, estas alteraciones anatómicas y fisiológicas puede limitar la capacidad para aumentar la actividad muscular provocando cierto dolor o molestias musculares. Para una determinada velocidad de pasos, los adultos con SD desarrollan un equivalente metabólico en su carga de trabajo más alto, lo que también contribuye a explicar por qué sus niveles de actividad resultan inferiores a los del resto de la población, y el menor número de pasos observado en nuestro estudio.

A la vista del mayor nivel de obesidad, la reducción del metabolismo, las diferencias fisiológicas y los menores registros de actividad física, es preciso que se desarrollen sistemas innovadores y ajustados a sus cualidades para que aumenten esa actividad a niveles más apropiados. Para ello, es prioritario que los clínicos conozcan el estado metabólico de la persona con SD a la que cuidan, y establezcan regímenes de dieta adecuada a sus necesidades y de ejercicio físico controlado de manera objetiva. Es bien conocido que la natación es un ejercicio físico ampliamente recomendado por diversas investigaciones. Es un ejercicio que no fue evaluado en el presente estudio, pero en comunicación con los cuidadores se supo que sólo lo realizaba uno de los participantes.

En conclusión, el estudio confirma que los adultos con SD desarrollan niveles bajos de actividad física que, adecuadamente realizada, podrían mejorar su salud al incluir mayor cantidad de actividad física moderada a intensa. En la vida independiente se apreció mayor número de pasos diarios y mayor cantidad de actividad ligera. Deben desarrollarse nuevas vías que animen a realizar una actividad física más intensa y reduzcan las actuales barreras que existen para conseguirla.

Bibliografía

  • Barr, M., & Shields, N. (2011). Identifying the barriers and facilitators to participation in physical activity for children with Down syndrome. Journal of Intellectual Disability Research, 55(11), 1020–1033. https://doi.org/10.1111/j.1365-2788.2011.01425.x
  • Espósito, P. E., MacDonald, M., Hornyak, J. E., & Ulrich, D. A. (2012). Physical activity patterns of youth with Down syndrome. Intellectual and Developmental Disabilities, 50(2), 109–119. https://doi. org/10.1352/1934-9556-50.2.109
  • Fernhall, B., Mendonca, G. V., & Baynard, T. (2013). Reduced work capacity in individuals with Down syndrome: A consequence of autonomic dysfunction? Exercise and Sport Sciences Reviews, 41(3), 138–147. https://doi.org/10.1097/JES.0b013 e3182 92f408
  • Hilgenkamp, T. I. M., Wee, S. O., Schroeder, E. C., Baynard, T., & Fernhall, B. (2018). Peripheral blood flow regulation in response to sympathetic stimulation in individuals with Down syndrome. Artery Research, 24, 16–21. https://doi.org/10.1016/j.artres.2018.10.001
  • Martin, J. J., & Choi, Y. S. (2009). Parents’ physical activity-related perceptions of their children with disabilities. Disability and Health Journal, 2(1), 9–14. https://doi.org/10.1016/j.dhjo.2008.09.001
  • Menear, K. S. (2007). Parents’ perceptions of health and physical activity needs of children with Down syndrome. Down’s Syndrome, Research and Practice, 12(1), 60–68. https://doi.org/10.3104/repor ts.1996
  • Mendonca, G. V., Borges, A., Wee, S. O., & Fernhall, B. (2018). Oxygen uptake efficiency slope during exercise in adults with Down syndrome. Journal of Applied Research in Intellectual Disabilities, 31(5), 897–904. https://doi.org/10.1111/jar.12449
  • Phillips, A. C., & Holland, A. J. (2011). Assessment of objectively measured physical activity levels in individuals with intellectual disabilities with and without Down’s syndrome. PLoS One, 6(12), 6–12. https://doi.org/10.1371/journ al.pone.0028618
  • Ptomey, L. T., Szabo, A. N., Willis, E. A., Gorczyca, A. M., Greene, J. L., Danon, J. C., & Donnelly, J. E. (2018). Changes in cognitive function after a 12-week exercise intervention in adults with Down syndrome. Disability and Health Journal, 11(3), 486–490. https://doi. org/10.1016/j.dhjo.2018.02.003
  • Shields, N., Plant, S., Warren, C., Wollersheim, D., & Peiris, C. (2018). Do adults with Down syndrome do the same amount of physical activity as adults without disability? A proof of principle study. Journal of Applied Research in Intellectual Disabilities, 31(3), 459–465. https://doi.org/10.1111/jar.12416
  • Troiano, R. P., Berrigan, D., Dodd, K. W., Mâsse, L. C., Tilert, T., & McDowell, M. (2008). Physical activity in the United States measured by accelerometer. Medicine and Science in Sports and Exercise, 40(1), 181–188. https://doi.org/10.1249/mss.0b013 e3181 5a51b3
  • U.S. Department of Health and Human Services. (2018). Physical Activity Guidelines for Americans, 2nd edition. Retrieved from https://health.gov/pagui delin es/secon d-editi on/pdf/Physi cal_Activ ity_Guidelines_2nd_editi on.pdf
  • World Health Organization (2019). WHO Global Strategy on Diet, Physical Activity and Health. Retrieved from Physical Activity and Adults website: https://www.who.int/dietp hysic alact ivity /facts heet_adult s/en/