Consecuencias de las intervenciones de la actividad física sobre la salud de adultos con síndrome de Down: una revisión sistemática

Brantley K. Ballenger, Emma E. Schultz, Melody Dale, Bo Fernhall, Robert W. Motl, and Stamatis Agiovlasitis

S. Agiovlasitis. University of Illinois Chicago, Chicago, IL, USA

 

Resumen

Esta revisión sistemática analizó si las intervenciones de actividad física mejoran los resultados de salud en los adultos con síndrome de Down (SD). Hicimos una búsqueda en PubMed, APA PsycInfo, SPORTDiscuss, APA PsycARTICLES, y Psychology and Behavioral Sciences Collections utilizando palabras clave relacionadas con el SD y la actividad física. Incluimos 35 estudios publicados en inglés desde 1 de enero de 1990. Los programas sobre los tipos de entrenamiento de ejercicio incluyeron el ejercicio aeróbico, entrenamiento de fuerza, combinación de aeróbico y entrenamiento de fuerza, ejercicio acuático, deporte y juego, e intervenciones de aeróbico y entrenamiento de fuerza en combinación con educación para la salud.

La evidencia basada en datos indica que el ejercicio aeróbico y ejercicio de fuerza mejoran las variables propias de la aptitud física que incluyen la captación máxima de oxígeno, la frecuencia cardíaca máxima, la fuerza corporal (superior e inferior), el peso corporal y el porcentaje de grasa corporal. Las intervenciones de deporte y juego mejoran la movilidad funcional, la ejecución en tareas laborales y la ejecución de habilidades en el juego.

En conclusión, los adultos con SD pueden acumular los beneficios en su salud mediante intervenciones bien diseñadas de actividad física y de ejercicio.

Introducción

El síndrome de Down (SD) es una frecuente realidad genética que se debe a la trisomía del cromosoma 21 (Bull, 2020). Su prevalencia en Europa y Estados Unidos oscila entre 5,6 y 6,7 individuos por 10.000, respectivamente (de Graaf et al., 2017; 2021). Además de la discapacidad intelectual y del desarrollo, las personas con SD tienden a sufrir en su salud varios cuadros patológicos asociados y secundarios, como son las cardiopatías congénitas, la obesidad, la diabetes, trastornos de sueño, aceleración de su envejecimiento, aparición temprana de demencia (Antonarakis et al., 2020; Zigman, 2013). Además, pueden presentar niveles muy bajos en los parámetros cardiovasculares y de aptitud física muscular (Fernhall et al., 1996; 2013; Kerstiens y Green, 2015). Esta situación en su salud puede verse aliviada mediante la participación en programas de actividad física (AF), pero los adultos con SD tienden a permanecer físicamente inactivos y sedentarios (Agiovlasitis et al., 2020; Cowley et al., 2010; Oreskovic et al., 2020; Phillips & Holland, 2011).

Son numerosos los beneficios en la salud debidos a la ejecución adecuada de actividad física AF. Las actuales guías propuestas por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos determinan que los adultos deberían alcanzar 150 minutos de AF moderada a fuerte por semana (Department of Health and Human Services, 2018). Estas guías son comparables a las ofrecidas a las personas con discapacidad por la Organización Mundial de la Salud (Carty et al., 2021). Los adultos con y sin discapacidad que cumplen con estas guías consiguen beneficios en su aptitud física, fuerza, mantenimiento del peso, implicación social y en su comunidad, y calidad de vida (Department of Health and Human Services, 2018). Sin embargo, los beneficios de la AF dependen del tipo de programa.  Por ejemplo, el ejercicio aeróbico puede suscitar distintas ventajas en la salud y en la aptitud física de las conseguidas por el entrenamiento de fuerza (Department of Health and Human Services, 2018). Determinar los beneficios sobre la salud de los diferentes programas de AF y ejercicio puede mejorar el conocimiento sobre cuáles son los programas más eficaces para suscitar esas mejoras en los adultos con SD.

La revisión sistemática de la evidencia basada en datos de los resultados de la intervención de la AF sobre la salud ayudará a los investigadores y profesionales de la salud a establecer objetivos realistas y componentes de la prescripción ―frecuencia, intensidad y duración― en los programas de AF para adultos con SD. Además, las revisiones sobre este tema son un paso importante para el desarrollo de guías de AF en esta población (Carty et al., 2021; Department of Health and Human Services, 2018; Public Health England, 2018). El SD es una realidad que puede impactar sobre la salud, los niveles de aptitud física y las respuestas al ejercicio, como por ejemplo reducir la máxima frecuencia cardíaca (Baynard et al., 2008; Mendonça et al., 2022), la vasoconstricción (Hilgenkamp et al., 2019), y presión arterial (Hu et al., 2013). Pero no existen actualmente revisiones sistematizadas sobre los resultados de las intervenciones de AF en la salud que sean específicas para los adultos con SD. La identificación de programas de AF que muestren estos beneficios pueden ser la base para la elaboración de las necesarias guías para esta población.

Esta revisión ofrece una síntesis cualitativa de datos ya publicados sobre las consecuencias de las intervenciones de AF en la salud de los adultos con SD.

Método

Protocolo y registro

Llevamos a cabo esta revisión de acuerdo con el Preferred Reporting Items for Systematic Reviews and Meta-analyses (Page et al., 2021). Registramos el protocolo con PROSPERO, el registro prospectivo de revisiones sistemáticas del National Institute for Health Research del Reino Unido (Nº registro: CRD42021270406).

Criterios de elegibilidad

Incluimos artículos de revistas (con revisión por pares, en inglés, desde 1 de enero de 1990) que contenían intervenciones y examinaban evaluaciones pre-post de cambios en los resultados de salud provocados por la AF en los adultos con SD. No se incluyeron los publicados como resúmenes o disertaciones. Tampoco se incluyeron los que incluían datos de adultos con SD mezclados con otros tipos de discapacidad, a menos que analizarán de forma separada y específica los relativos al SD.

Búsqueda de la literatura

Las palabras clave estaban relacionadas con SD y AF, tal como se vio en anteriores revisiones. Las relacionadas con el SD fueron: Down syndrome, Downs syndrome, Down’s syndrome, y Trisomy 21. Las relacionadas con AF fueron: PA, physical activities, exercise, sport, y sports. Para limitarlo a adultos: adult, adults, aged, y elderly. Se incluyeron todas las posibilidades de combinación, y se utilizaron las siguientes bases de datos: PubMed, APA PsycInfo, SPORTDiscuss, APA PsycARTICLES y Psychology and Behavioral Sciences Collections. Comparamos los estudios finalmente identificados con bibliotecas personales para asegurar que se hubiesen incluido todos los estudios sobre esta temática.

Selección de los estudios

Terminada la búsqueda, se depositaron los artículos en la aplicación Rayyan (Quatar Foundation) para ayudar al filtrado del artículo (Ouzzani et al., 2016). Dos de los autores formados por el autor senior y un experimentado bibliotecario realizaron el cribado del artículo. El primer autor retiró los duplicados de la lista inicial de artículos identificados. Dos evaluadores valoraron de manera independiente los artículos identificados por el título, después por el resumen y finalmente por el texto completo. Hubo reuniones en cada nivel de inclusión y los desacuerdos fueron solucionados por el autor senior. La revisión de los resúmenes y de los artículos completos dejó la selección final en 35 artículos.

Extracción de datos

El primer autor extrajo los datos y dos coautores los confirmaron. Fueron los siguientes: región, diseño del estudio; descripción de la muestra; estructura del programa; resultados sobre la salud. Se codificaron los diseños como: pre y post intervención en un grupo (es decir, un solo grupo sin grupo control, y test antes y después de la intervención); ensayos controlados y aleatorios (RCTs, es decir, asignación aleatoria a grupo con tratamiento y grupo control y test pre y post intervención); no-RCT (sin asignación aleatoria a grupo tratado y grupo control, con test pre y post intervención); informes de caso único (un único participante, con test pre y post intervención; Shadish et al., 2002). La descripción de los datos de la muestra incluyó el número de participantes, porcentaje de hombres y mujeres, media de edad o intervalo de edades. Los datos sobre la estructura del programa consistieron en duración en el tiempo de todo el programa y número y duración o sesiones por semana.

Efecto tamaño y porcentaje de cambio

Valoramos el efecto del tamaño de los cambios en variables medibles con la d de Cohen calculada como (media postintervención – media preintervención) / SD preintervención (Fritz et al., 2012). Un efecto tamaño de 0,2-049 se considera pequeño; 0,5-0,79 es medio, y 0,8 o más es grande (Fritz et al., 2012). En artículos donde no pudimos calcular el efecto tamaño por no presentar adecuadamente los datos, valoramos el porcentaje de cambio como 100x (media postintervención – media preintervencion) / media preintervención.

Evaluación de la calidad

La calidad de los artículos se evaluó por The Standard Quality Assessment Criteria for Evaluating Primary Research Papers from a Variety of Fields (Kmet et al., 2004). Se ha utilizado este instrumento de evaluación en anteriores revisiones sistemáticas en adultos con SD y con discapacidad intelectual (Agiovlasitis et al., 2020; Melville et al., 2017). La puntuación para estudios cuantitativos a partir del instrumento de evaluación estuvo entre 0 y 1, a mayor puntuación mayor calidad. Dos de los autores puntuaron todos los artículos de manera independiente; se alcanzó la puntuación final por consenso durante las discusiones moderadas por el autor senior.

Resultados

Características del estudio

De los 667 artículos iniciales, 35 cumplieron los criterios de elegibilidad (con asterisco en la lista bibliográfica). Se realizaron 7 en Portugal, 6 en Estados Unidos y España, 4 en Suráfrica, 3 en Grecia, 2 en Israel y Polonia, y 1 en Australia, Brasil, Canadá, Francia y Alemania. En 13 se realizó ejercicio aeróbico y en 8 ejercicios de fuerza. Otros 6 combinaron esos dos componentes. En 5 emplearon deporte o intervenciones de AF, en 4 actividades acuáticas y en 2 intervenciones de ejercicio con un componente de educación para la salud. El diseño de estudios fue: 19 RCTs, 5 no-RCTs, 8 con diseño de grupo único y evaluación pre/post, y 3 informes de caso único. Todos alcanzaron buena calidad en conjunto (0,85±0,09; intervalo 0,65-1,00).

Intervenciones de ejercicio aeróbico

Hubo 13 artículos en los que sólo se utilizó el entrenamiento de ejercicio aeróbico, 8 utilizaron la cinta rodante para andar o saltar (Carmeli et al., 2002, 2004; Giagkoudaki et al., 2010; Mendonça y Pereira, 2009; Ordoñez et al., 2014; Rosety-Rodriguez et al., 2014; Skiba et al., 2019; Tsimaras et al., 2003), 2 utilizaron bicicleta fija (Aleksander-Szymanowicz et al., 2014; Bühl et al., 2019),  y 1 utilizó ejercicio de remo (Valera et al., 2001). Dos estudios utilizaron tanto pasos en cinta rodante como carreras a intervalos en un cicloergómetro (Boer, 2018; Boer y Moss, 2016). En un estudio los participantes ejercitaban 2 días por semana mientras en los otros eran 3 veces por semana. La duración del ejercicio osciló entre 20 y 60 minutos durante 5 a 28 semanas. La intensidad osciló entre el 55% y el 80% de la FCmax o del pico de ṼO2. En algunos protocolos eran los participantes quienes incrementaban la duración de las sesiones a su propio paso, empezando con 5-10 min y aumentando hasta 45 minutos si lo deseaban (Carmeli et al., 2002, 2004). Otros utilizaban un periodo de calentamiento, estabilización y enfriamiento con escasa variación entre los participantes (Aleksander- Szymanowicz et al., 2014; Bühl et al., 2019; Mendonça & Pereira, 2009; Ordoñez et al., 2014; Rosety-Rodriguez et al., 2014; Skiba et al., 2019; Tsimaras et al., 2003; Valera et al., 2001).

Los resultados de las intervenciones del ejercicio aeróbico sobre la composición corporal variaron según los estudios. Algunos describieron que descendió el peso corporal (Bühl et al., 2019; Giagkoudaki et al., 2010), la relación cintura-cadera (Ordoñez et al., 2014) o la grasa corporal (Mendonça y Pereira, 2009). Otros no apreciaron cambios (Valera et al., 2001). Otros mostraron aumentos en el pico de ṼO2., VE y tiempo hasta agotamiento (Boer y Moss, 2016; Mendonça y Pereira, 2009; Tsimaras et al., 2003; Valera et al., 2001), y reducción de la viscosidad del plasma, recuento de hematíes (Aleksander-Szymanowicz et al., 2014) y marcadores de la inflamación: TNFα, IL-6 y proteína C-reactiva (Ordoñez et al., 2014). Una intervención de ejercicio aeróbico, deambulación en cinta rodante, mejoró el pico de fuerza máxima y poder medio de cuádriceps e isquiotibiales, respectivamente (Carmeli et al., 2002). También mejoraron la ejecución de la marcha, su duración y distancia (Carmeli et al., 2004), así como la longitud del paso y rapidez de la marcha (Carmeli et al., 2004; Skiba et al., 2019). Parece que el ejercicio aeróbico durante 45 min, 3 días por semana, consigue resultados óptimos de salud en los adultos con SD. Los efectos del tamaño para estos cambios variaron entre pequeño y grande (d = 0,3-20,0) para la composición corporal, pequeño a grande (d = 0,2-1,4) para el estado cardiorrespiratorio, grande  (d = 0,8-1,6) para el estado inflamatorio, y medio a grande (d = 0,9-5,4) para la ejecución de la marcha.

Intervenciones de entrenamiento de la fuerza muscular

De los 8 artículos que incorporaron sólo el entrenamiento de la fuerza muscular, 3 utilizaron programas de circuito de entrenamiento de resistencia (Fornieles et al., 2014; Rosety-Rodríguez et al., 2013, 2021), 3 fueron programas tradicionales de ejercicio de resistencia (Cowley et al., 2011; King y Mace, 1990; Shields et al., 2018), y 2 fueron realizados en casa y dirigidos por videoconferencia (Ptomey et al., 2018a,b). Los participantes acudieron 2 días por semana (Cowley et al., 2011; Shields et al., 2018) o 3 días por semana (Fornieles et al., 2014; Rosety-Rodríguez et al., 2013, 2021) a ejercicios de resistencia de todo el cuerpo durante 10-12 semanas. Los programas de circuito de resistencia consistieron en 6 ejercicios (Fornieles et al., 2014; Rosety-Rodríguez et al., 2013, 2021). Las intervenciones tradicionales de entrenamiento de fuerza consistieron en 2 a 3 sets de 8-12 repeticiones en cada ejercicio. Los programas en casa consistieron en 30 minutos de ejercicio de todo el cuerpo, 1-2 días por semana (Ptomey et al., 2018 a,b).

El entrenamiento de fuerza redujo la masa de grasa libre y la circunferencia de la cintura (Rosety-Rodríguez et al., 2013). Mejoró la consistencia muscular (King y Mace, 1990), redujo los niveles plasmáticos de leptina, TNF-α e IL-6 (Rosety-Rodríguez, 2021). Las consecuencias de la fuerza muscular consistieron en una mejoría en la fuerza y consistencia de la mitad superior del cuerpo (Shields et al., 2008) y fuerza en el apretón de manos (Rosety-Rodríguez et al., 20121). Se observaron aumentos en el par máximo isocinético del extensor y flexor de la rodilla, y par máximo isométrico del extensor de la rodilla (Rosety-Rodríguez et al., 2021); sin embargo, en un estudio no se apreciaron diferencias en la fuerza, consistencia o función muscular de las extremidades inferiores (Shields et al., 2008). Los resultados de la movilidad funcional incluyeron mejorías en la prueba cronometrada de puesta en marcha (Rosety-Rodríguez et al., 2021), tiempo de subir y bajar escaleras (Cowley et al., 2011), tiempo de apilar una caja pesada (Fornieles et al., 2014) y diversos test de funcionamiento cognitivo (Ptomey et al., 2018). Parece que ejecutar 2-3 días por semana ejercicios de resistencia de todo el cuerpo, consistentes en 6 ejercicios de 2 a 3 sets cada uno, en 10-12 repeticiones, consigue los mejores resultados en la salud de los adultos con SD. Los tamaños efecto para estos cambios fueron grandes (d = 0,9-1,1) para la inflamación, pequeños a grandes (d = 0,4-2,4) para la fuerza muscular, pequeños a grandes (d = 0,2-1,4) para las mediciones funcionales, y pequeños a grandes (d = 0,2-0,8) para el funcionamiento cognitivo.

Intervenciones combinadas de aeróbico y entrenamiento de la fuerza muscular

Otros 6 artículos informaron sobre los participantes en el programa combinado de aeróbico y resistencia (Casey et al., 2014; Heller et al., 2004; Mendonça et al., 2011,

2013; Pett et al., 2013; Rimmer et al., 2004). En algunos protocolos los participantes acudían a 3 sesiones por semana en las que se realizaban las intervenciones de forma combinada (Heller et al., 2004; Pett et al., 2013; Rimmer et al., 2004), y en otros las intervenciones de uno u otro modelo se hacían en días separados (Casey et al., 2014; Mendonça et al., 2011,2013).

Los resultados en relación con la composición corporal difirieron entre los estudios. Algunos mostraron reducción del peso corporal (Pett et al., 2013; Rimmer et al., 2004), mientras que otros no observaron diferencias en la composición corporal ni en las variables antropométricas (Mendonça et al., 2011, 2013). Los resultados cardiovasculares incluyeron aumentos en el máximo de VO2, VE y tiempo hasta agotamiento (Boer y Moss, 2016; Casey et al., 2014; Mendonça et al., 2011; Rimmer et al., 2004). Mejoró la presión arterial media, mientras que la glucosa y colesterol en sangre no cambiaron (Pett et al., 2013).  Produjeron mejorías en la fuerza de la mitad superior e inferior del cuerpo (Mendonça et al., 2011, 2013; Rimmer et al, 2004), y la consistencia muscular mejoró ligeramente (Pett et al., 2013). Los tamaños del efecto en estos cambios fueron entre pequeños y grandes (d = 0,3-1,3) para el estado cardiovascular, medio (d = 0,6) para la presión arterial y grande (d = 0,3-09) para la fuerza muscular.

Intervenciones acuáticas

De los 4 artículos que ofrecieron un componente de entrenamiento acuático, 2 se referían a natación (Boer, 2020; González-Ravé et al., 2020) y 2 eran programas de entrenamiento en ejercicios de piscina (Boer y deBeer, 2019; Casey et al., 2014). Una intervención de natación a estilo libre consistió en 3 días por semana durante 8 semanas con lecciones  de 30-40 min (Boer, 2020). El otro programa de natación consistió en 3 días por semana durante 18 semanas en sesiones de 90 min (González-Ravé et al., 2020). En los programas de ejercicio acuático los participantes realizaban un circuito de ejercicios utilizando la resistencia del agua 3 días por semana durante 6 semanas (Boer y deBeer, 2019) o 12 semanas (Casey et al., 2014).

Tras el entrenamiento acuático disminuyeron significativamente la masa corporal y el índice de masa corporal (Boer, 2020), pero otros no apreciaron cambios (González-Ravé et al., 2020).  El ejercicio acuático mejoró el test Progressive Aerobic Cardiovascular Endurance Run (PACER) (Boer y deBeer, 2019) y el máximo VO2 (Casey et al., 2014). El ejercicio acuático mejoró la fuerza muscular (Boer, 2020; Boer y DeBeer, 2019).  El entrenamiento acuático mejoró ciertas mediciones funcionales como el test “sentarse a ponerse de pie” y “la prueba cronometrada levántate y anda” (Boer, 2020; Boer y deBeer, 2019). Mejoró la distancia en natación de 12 min (Boer, 2020), y las de 25 y 50 min (González-Ravé et al., 2020). Los tamaños de los efectos para estos cambios fueron: grande (d = 0,9) para el estado en forma cardiovascular, mediano a grande (d = 0,5-0,8) para las mediciones funcionales, y pequeño (d = 0,2-0,3) para el ejercicio de natación.

Intervenciones deportivas y de juego

En 5 artículos se describieron los resultados de intervenciones deportivas y de juego. En 2 de ellas utilizaron programas de ejercicios de juego en video Wii (Perrot et al., 2021; Silva et al., 2017), y en 3: judo (Aguiar et al, 2008), o tenis (Favoretto et al., 2020) o gimnasia (Tsimaras y Fotiadou, 2004). Las intervenciones de videojuego Wii se ofrecieron 2 veces por semana durante 12 semanas (Perrot et al., 2021) o 3 veces por semana durante 7 semanas (Silva et al., 2017). Ambas incluyeron sesiones de 1 hora en donde los participantes realizaban los juegos de la pantalla; en todas, los participantes ejecutaban los ejercicios y habilidades propias de cada deporte antes de ejecutar el juego o realizar el ejercicio (Aguiar et al., 2008; Favoretto et al., 2020; Tsimaras y Fotiadou, 2004).

Los ejercicios basados en Wii consiguieron reducciones en la circunferencia de la cintura después del judo (Silva et al., 2017), pero sin reducción del peso (Aguiar et al., 2008). Los niveles de lactato sanguíneo disminuyeron tras el judo (Aguiar et al., 2008). La consistencia muscular, la distancia en un paseo de 6 min y la prueba cronometrada “levántate y anda” mejoraron después de ejercicios por Wii (Perrot et al., 2021; Silva et al., 2017), y mejoraron la consistencia muscular y el equilibrio dinámico tras la gimnasia (Tsimaras y Fotiadou, 2004). Mejoraron las habilidades deportivas como en tenis, la derecha y el revés (Favoretto et al., 2020). Los tamaños de los efectos para estos cambios fueron grande (d = 4,3) para el lactato en sangre, grande (d = 0,8-1,9) para las mediaciones funcionales, medianos (d = 0,6) para la consistencia muscular, y grande (d = 1,9) para las habilidades en tenis.

Entrenamientos de ejercicio junto con Educación para la salud

Además, 2 artículos combinaron un programa de entrenamiento aeróbico y fuera con la educación para la salud (Heller et al., 2004; Pett et al., 2013). La educación para la salud fue ofrecida a sólo los adultos con SD (Heller et al., 2004) o a los adultos junto con sus cuidadores (Pett et al., 2013) Los resultados de conducta respecto a las intervenciones educativas incluyeron mayores expectativas de auto-eficacia y de resultados (Heller et al., 2004) y una menor percepción de dificultades para el ejercicio (Heller et al., 2004; Pett et al., 2013). El tamaño de los efectos fue mediano (d = 0,5-0,7).

Desentrenamiento

En 3 artículos se incluyó el componente de desentrenamiento en su protocolo, haciendo que los participantes suspendieran su AF tras el periodo de entrenamiento (Boer, 2018; King y Mace, 1990; Rosety-Rodríguez et al., 2014). La suspensión duró 3 meses (Boer, 2018), 6 meses (Rosety-Rodríguez et al., 2014) o 9 meses (King y Mace, 1990).

El desentrenamiento no modificó el estado corporal a los 3 meses post-ejercicio (Boer, 2018; Rosety-Rodríguez et al., 2014) pero a los 6 meses aumentaron de manera significativa la grasa corporal y la circunferencia de la cintura (Rosety-Rodríguez et al., 2014). También disminuyeron la VO2, la VE y el tiempo de agotamiento (Boer, 2018; Rosety-Rodríguez et al., 2014) y aumentaron los niveles plasmáticos de IL-6 y proteína C-reactiva (Rosety-Rodríguez, 2014). En la prueba cronometrada “levántate y anda” hubo disminución a los 3 meses de cesar el ejercicio (Boer et al., 2018). También los adultos con SD fueron capaces de aumentar la forma y técnica de los ejercicios (King y Mace, 1990). El tamaño de los efectos fue mediano (d = 0,3-07) para el estado cardiovascular, grande (d = 0,9-1,7) para la inflamación, y mediano (d = 0,6) para las mediciones funcionales.

Asistencia, permanencia y seguridad

Por último, 4 artículos midieron la asistencia al programa. Fue alta con tasas de 89,5% (Ptomey et al., 2018), 92,8% (Shields et al.,2008), 96,5% (Perrot et al., 2012) y 100% (Bühl et al., 2019). El entrenamiento de resistencia (Boer y Moss, 2016; Rosety-Rodríguez et al.,2014; Shields et al., 2008), el aeróbico andar en cinta rodante (Boer y Moss, 2016; Ordóñez et al., 2014; Skiba et al., 2019) y el ejercicio acuático son seguros y recomendables para los adultos con SD (Boer y deBeer, 2019). También se describieron como seguros para quienes habían experimentado un ictus (Casey et al., 2014) o leucemia (Bühl et al., 2019).

Discusión y consideraciones

En esta revisión sistemática hemos investigado los resultados de las intervenciones de AF en adultos con SD sobre su salud y conducta. Los principales hallazgos fueron que pueden mejorar su estado de forma cardiovascular y muscular, la movilidad funcional, ciertos parámetros corporales y la ejecución de deportes al participar en las intervenciones de la AF. También pueden experimentar consecuencias conductuales positivas a partir de la educación para la salud en combinación con los entrenamientos de ejercicio.

Resultados sobre la salud

Estado de forma cardiovascular

Las intervenciones de AF benefician el estado cardiovascular y respiratorio: los adultos con SD mejoran el máximo alcanzado de VO2, el VE y el tiempo de sentirse agotados (Boer y deBeer, 2019; Boer y Moss, 2016; Casey et al., 2014; Mendonça y Pereira, 2009; Mendonça et al., 2013; Rimmer et al., 2004; Tsimaras et al., 2003; Valera et al., 2001).  Los programas de AF reducen los niveles plasmáticos del factor de necrosis tumoral (TNF-α), Il-6 (Ordóñez et al., 2014; Rosety-Rodríguez et al., 2013), y lactato (Aguiar et al., 2008). Los tamaños variaron entre pequeños y grandes; sin embargo, esto podría deberse a los diferentes protocolos del estudio. Se observaron los mayores efectos en los programas de ejercicios aeróbicos entre moderados e intensos (Mendonça y Pereira, 2009; Tsimaras et al., 2003), seguidos por los programas combinados de a aeróbicos y entrenamientos de fuerza (Mendonça et al., 2011; Rimmer et al., 2004), entrenamientos de aeróbicos a intervalos (Boer y Moss, 2016), y un programa de remo (Valera et al., 2001). Esto significa que los adultos pueden conseguir significativas mejorías clínicas en su estado cardiorrespiratorio si participan en programas de AF de moderada a fuerte intensidad. Además, las mejoras en su salud cardiovascular y estado de forma son similares a las que se ven en la población general (Pinckard et al., 2019), pese a que se hayan comprobado alteraciones de la función cardiovascular (Baynard et al., 2004; Cappelli-Bigazzi et al., 2004; Cilhoroz et al., 2022; Fernhall et al., 2013; Guerra et al., 2003; Hilgenkamp et al., 2018). Estas mejorías en el estado cardiovascular les llevan a gozar de mejor salud, incluido el menor riesgo de un ataque cardíaco, ictus o enfermedad cardiovascular, y a tener mejores perfiles lipídicos (Department of Health and Human Services, 2018); estos resultados son importantes para la salud de los adultos con SD (Moreau et al., 2021; Sobey et al., 2015). Los datos de que disponemos indican que estos adultos consiguen beneficios al realizar durante 45 minutos ejercicios aeróbicos, 2-3 días por semana, a una intensidad que se sitúa entre 50 y el 80% de su frecuencia cardíaca máxima.

Aptitud muscular

Hemos identificado mejorías en varias consecuencias del ejercicio y de la AF sobre el estado de aptitud muscular. El andar en la cinta rodante mejoró el pico de fuerza máxima y poder medio de cuádriceps e isquiotibiales (Carmeli et al., 2002). El entrenamiento de fuerza  mejoró el pico de fuerza isocinético del extensor y flexor de la rodilla (Rosety-Rodríguez et al., 2021), mientras que otros estudios comprobaron avances  en la fuerza de la parte superior del cuerpo (Mendonça et al., 2013; Rimmer et al., 2004; Shields et al., 2008). Las mejorías más grandes y clínicamente relevantes se consiguieron con los entrenamientos de fuerza sola o con la combinación de ejercicios de fuerza y aeróbicos (Mendonça et al., 2011, 2013; Rimmer et al., 2004; Rosety-Rodriguez et al., 2021; Shields et al., 2008). En menor grado, la aptitud muscular mejora también con la natación (Noer, 2020), andar en tapiz rodante (Carmeli et al., 2002), gimnasia (Tsimaras y Fotiadou, 2004) y juegos (Perrot et al., 2001). La observación de que diversos tipos de programas consiguen mejorar la aptitud muscular sugiere que en parte pueden ser responsables las adaptaciones neuromusculares. Las adaptaciones neurales pueden impactar de manera positiva el equilibrio y la capacidad funcional en la deambulación (Carmeli et al., 2002). Lo mismo puede ser cierto para los aumentos a partir de las intervenciones de entrenamientos de fuerza (Sugimoto et al., 2016). La mejoría en la aptitud muscular va asociada a una mejor salud funcional (Cowley et al., 2011). En efecto, va asociada a un mejor estado de los huesos, articulaciones y músculos, por lo que pueden atenuar la prevalencia de la osteoporosis, sarcopenia y osteoartritis relacionadas con la edad (Department of Health and Human Services, 2018). Es de destacar que los adultos con SD tienen mayor riesgo de presentar baja densidad mineral ósea y sarcopenia (Angelopoulou et al., 2000; Coelho-Junior et al., 2019). Estos resultados positivos parecen ocurrir cuando los adultos con SD realizan el entrenamiento de fuerza de todo el cuerpo en 6 ejercicios, 2 a 3 sets cada uno, en 10-12 repeticiones, 2-3 días por semana, siguiendo la guía actual de la AF (Carty et al., 2021; Department of Health and Human Services, 2018).

Movilidad funcional

La AF y el ejercicio mejoran la movilidad funcional de los adultos con SD. El ejercicio en la cinta rodante mejoró en su conjunto el tiempo de deambulación, la distancia recorrida y la velocidad (Carmeli et al., 2004; Skiba et al., 2019). Entre los resultados más descritos figuran las mejorías en la prueba cronometrada “levántate y anda” (Boer, 2018; Rosety-Rodríguez et al., 2013; Silva et al., 2017), en el funcionamiento cognitivo (Ptomey et al., 2018), en el equilibrio dinámico (Tsimaras y Fotiadou, 2004). Se observaron los mayores efectos tamaño en los ejercicios de cinta endométrica y remo (Carmelli et al., 2004; Skiba et al., 2019; Tsimaras et al., 2003; Valera et al., 2001), seguidos por el entrenamiento de fuerza (Fornieles et al., 2014; Ptomey et al.,2018; Rosety-Rodríguez, 2013), gimnasia (Tsimaras y Fotiadou, 2004), combinación de aeróbicos y fuerza (Boer, 2018), juegos (Perrot et al., 20121; Silvaet al., 2017) y entrenamiento de judo (Aguiar et al., 2008). Se ha manejado la hipótesis de que la reducción en la movilidad de los adultos con SD pueda deberse a dificultades subyacentes en la aptitud física (Silva et al., 2017), incluidas su menor capacidad aeróbica (Fernhall et al., 2013), la obesidad (Aslam et al., 2022) y la muy reducida fuerza y consistencia  muscular (Terblanche y Boer, 2013). También puede influir una menor puesta a punto en las habilidades, como por ejemplo los problemas con el equilibrio y la coordinación senso-motora (Carmeli et al., 2012) y el reducido tiempo de reacción (Welsh y Elliot, 2001). Ciertamente, hay datos anteriores que indican que la movilidad funcional guarda relación con la puesta a punto física y que su mejoría después de un entrenamiento con ejercicios se ve acompañada por una mejoría en el funcionamiento de los adultos con SD (Cowley et al., 2010, 2011). En consecuencia, los progresos demostrados en la movilidad funcional en los adultos con SD pueden deberse a su mejoría en la aptitud y eficiencia física. Debe considerarse también que los adultos con discapacidad intelectual que tienen una mayor movilidad funcional tienen menor riesgo de mortalidad (Oppewall y Hilgenkamp, 2019). Por tanto, los programas que incrementan la aptitud y estado de forma físico pueden incrementar la movilidad, la salud y la calidad de vida de los adultos con SD.

Composición corporal

Las intervenciones de AF y ejercicio pueden reducir el peso corporal y el porcentaje de grasa corporal en los adultos con SD, pero hay algunas diferencias de resultados en los estudios. El entrenamiento con ejercicio aeróbico consigue las mayores mejorías en la composición corporal (Bühl et al., 2019; Giagkoudaki et al., 2010; Mendonça y Pereira, 2009), seguido por la natación (Boer, 2020). Pero otros investigadores no consiguieron cambios en el peso tras el entrenamiento en bicicleta estática o remo (Mendonça y Pereira, 2009; Valera et al., 2001), quizá porque el ejercicio estático consume niveles menores de energía). Se ha visto que el caminar en la cinta rodante producía el doble de gasto energético que el entrenamiento con cicloergómetro en mujeres obesas (Lafortuna et al., 2008). El ejercicio aeróbico no sentado, como el caminar o correr, puede provocar mayor gasto energético y puede ser un mejor método para controlar el peso en los adultos con SD que no tengan problemas de movilidad. Además, los programas de AF que tuvieron mayor éxito para controlar el peso, aquí revisados, fueron los que estaban estructurados e individualizados, de acuerdo con las recomendaciones para perder peso (Wong et al., 2014).

Por otra parte, se observaron mejorías en la composición corporal especialmente si las intervenciones duraban más de 21 semanas, lo que significa que puede que se necesiten periodos largos de entrenamientos; y esto subraya la importancia de la adhesión/constancia en los programas de AF de larga duración si se quiere lograr la reducción del peso. Es alta la prevalencia de obesidad y diabetes en esta población (Melville et al., 2005; Moreau et al., 2021), lo que obliga a considerar como prioridad el control del peso en estos adultos. La alteración en la tolerancia a la glucosa en ellos observada coloca a los que tiene sobrepeso u obesidad en mayor riesgo todavía de desarrollar diabetes (Real de Asúa et al., 2014). Por consiguiente, manejar adecuadamente el peso, en parte mediante el ejercicio, puede ser un objetivo prioritario a la hora de cuidar de manera global la salud de los adultos con SD (Wong et al., 2014).

Ejercicio deportivo

Las favorables adaptaciones en habilidades motoras (Hartman et al., 2011), la coordinación (Pion et al., 2015), el equilibrio (Hrysomalis, 2011) y la aptitud física (Buchheit et al., 2010) contribuyen a que se realicen mejor los deportes. Como hemos visto en esta revisión, los adultos con SD que participaron en programas de ejercicio acuático mejoraron su rendimiento en natación (Boer, 2020; Casey et al., 2014; González-Ravé et al., 2020). Y tras participar en un programa estructurado de tenis, realizaron mejor los golpes de derecha y de revés (Favoretto et al., 2020). La especificidad de estas mejorías sugiere que pueden entrar en juego adaptaciones neuromusculares al participar en deportes específicos, como se ha demostrado en estudios con personas sin discapacidad (Hammami et al.,2018; Lephart, 2005). Estas adaptaciones tienen sus consecuencias en la calidad de vida al aumentar la movilidad funcional (Oppewal y Hilgenkamp, 2019). Los programas de AF que potencian las habilidades motoras van a mejorar el disfrute y la adhesión a un programa, a mejorar el funcionamiento del día a día, la independencia y el cuidado de sí mismo (Love y Agiovlasitis, 2016). Además, la naturaleza intrínsecamente interactiva de los deportes van a conseguir beneficios psicosociales y facilitar la inclusión en la sociedad (Corazza y Dyer, 2017). Por tanto, la participación en un programa de AF relacionado con el deporte va a mejorar, en último término, la salud y la competencia física para desarrollar las habilidades de los adultos con SD.

Bienestar en las conductas

Se pueden conseguir cambios saludables en la conducta mediante programas que se basan en teorías sobre los cambios de conducta. Un estudio basado en la teoría de la conducta social mostró que los adultos percibían menos barreras al ejercicio después de haber realizado un programa de competencia física y educación para la salud (Heller et al., 2004).  Otro estudio basado en la teoría cognitiva social y el modelo transteórico comprobó que los participantes comprendían la importancia de saber elegir estilos de vida más saludables (Pett et al., 2013). Tanto la teoría cognitiva social como el modelo transteórico han sido utilizados con éxito para explicar y cambiar la conducta relacionada con la AF en personas con discapacidad (Hsu et al., 2011; Motl et al., 2018). Los programas con base teórica ayudan a la promoción de la AF en las personas con SD, como ya se había sugerido anteriormente en todas las personas con discapacidad (Agiovlasitis et al., 2018; Motl et al., 2018). Por tanto, los profesionales que desarrollan programas de AF para adultos con SD habrán de considerar incorporar un componente que tenga en cuenta el bienestar en las conductas.

Evaluación de la calidad de la investigación

En conjunto, la calidad de la investigación incluida en esta revisión fue relativamente alta. La puntuación (0,85±0,09; intervalo: 0,65-1,00) fue similar a la de otras revisiones de la literatura sobre conducta sedentaria en adultos con SD (0,85±0,07; intervalo: 0,69-0,95; Agiovlasitis, Choi et al., 2020) y adultos con discapacidad intelectual (0,79±0,20; intervalo: 0,27-1,00; Melville et al., 2017), que utilizaron la misma escala de evaluación de calidad. Los factores que incrementaron la calidad de la investigación fueron definir bien las cuestiones a investigar; los diseños aleatorizados y controlados; y los adecuados análisis estadísticos. Los factores que influyeron negativamente en la calidad fueron la no aleatorización; el diseño no era a ciegas; lagunas en la estadística descriptiva sobre las características del tema; mediciones de los resultados poco definidas; resultados poco detallados; y conclusiones que no estaban bien apoyadas por los resultados.

Necesidades de nuevas investigaciones

Se necesita nueva investigación para concretar la relación dosis –respuesta de la AF para adultos con SD. El impacto de los programas sobre la salud vascular exige más investigaciones. Se necesitan más datos sobre si la AF puede reducir directamente el riesgo de desarrollar morbilidades como la diabetes, el hipotiroidismo, la demencia y problemas de salud mental; y si los resultados sobre la salud difieren en función del sexo o la edad de los adultos. Ha de indagarse también sobre las preferencias de AF y el grado en que los adultos disfrutan y se adhieren a un determinado programa de AF o deporte. Debe examinarse en mayor profundidad el impacto de los programas de AF basados en teorías conductuales. Igualmente, los efectos de las intervenciones de mayor duración que la típica de 8-12 semanas. Y si las intervenciones de AF más tempranas durante la niñez consiguen resultados favorables sobre la salud en los adultos. Por último, si se realizan estudios en más países del mundo se podrá generalizar más, y mejorará nuestra comprensión sobre cómo los factores geográficos y culturales puede influir sobre la asociación entre AF y los resultados de la salud en los adultos con SD.

Limitaciones de la presente revisión

Los hallazgos descritos en la presente revisión han de ser evaluados en el contexto de las siguientes limitaciones. No incluimos artículos anteriores a 1990. Sólo manejamos cinco bases de datos. No utilizamos palabras clave para específicos deportes o actividades, por lo que es posible que no hayamos identificado artículos de interés no captados por las palabras clave de carácter general que utilizamos. Sólo incluimos estudios en los que todos los participantes eran mayores de 18 años, y no consideramos estudios en los que había datos juntos, agregados para niños y adolescentes.

Conclusiones

Los programas de AF consiguen mejorar la buena competencia cardiorrespiratoria, muscular y funcional de los adultos con SD. Se benefician con intervenciones de AF y ejercicios basados en fundamentos teóricos. Estos hallazgos pueden ayudar a que las agencias de salud pública y las organizaciones recreativas del sector privado desarrollen programas inclusivos de AF para los adultos con SD.

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Nota. El presente artículo es traducción del original inglés titulado Health Outcomes of Physical Activity Interventions in Adults With Down Syndrome: A Systematic Review, publicado en Adapted Physical Activity Quarterly, 2023.

https://doi.org/10.1123/apaq.2022-0102