Editorial

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En este número abordamos temas muy variados que interesan a las personas jóvenes y adultas con síndrome de Down y sus familias. Desde nuestro interés de abordaje integral a la realidad de estas personas, ofrecemos un artículo sobre salud, otro artículo centrado en las competencias sociales, y dos artículos que recogen, en nuestra opinión, claros ejemplos de buenas prácticas en el ámbito artístico y en el desarrollo personal. En la sección Mi Vida, como siempre, se cuenta una experiencia vital única e irrepetible.

El primer artículo trata sobre la periodontitis y pone de relieve la importancia de la prevención en el área de la salud buco-dental, con objeto de evitar a las personas adultas con síndrome de Down la aparición de problemas significativos que, sin duda alguna, merman su calidad de vida. A la luz de los resultados, especial cuidado deben tener los recursos residenciales ya que se demuestra que la salud bucodental de los usuarios de estos centros es inferior a la de los que residen en sus hogares. La atención individual juega un papel muy especial.

El segundo artículo nos aporta un detallado análisis sobre las habilidades sociales y prácticas de adolescentes con síndrome de Down en Holanda. Uno de los aspectos más destacados de este estudio es la amplitud de su muestra, ya que no hace una previa selección de los sujetos a incluir en la muestra, más allá de la edad que interesa estudiar: adolescentes de la nueva generación que han recibido atención temprana así como modernas técnicas de educación y prácticas inclusivas. Este artículo nos plantea una preocupación compartida con los agentes de la acción educativa más significativos: la familia y la escuela. Más allá de la relevancia de los aprendizajes académicos y curriculares de los niños y jóvenes con síndrome de Down, se hace patente la importancia de formar en competencias sociales que favorezcan la convivencia, la interacción con iguales, manejarse ante situaciones imprevistas, organizar y planear el propio tiempo de ocio, y otras muchas habilidades de una trascendencia única en el bienestar del ser humano. Estas habilidades, que en su gran mayoría son adquiridas por las personas sin limitaciones cognitivas a través de aprendizajes naturales o informales, deben ser entrenadas sistemáticamente en personas con síndrome de Down. El estudio es concluyente al respecto poniendo blanco sobre negro las dificultades y limitaciones que un porcentaje significativo de personas con síndrome de Down tienen en este ámbito. Así pues, la formación estructurada, explícita, formal y adaptada a cada persona es una vía necesaria para potenciar las competencias sociales en jóvenes y adultos con síndrome de Down.

Los artículos incluidos en la sección Buenas Prácticas nos presentan dos ejemplos evidentes de la sensibilidad con que las personas con síndrome de Down se acercan al mundo del arte, en concreto, la música y la danza. Más allá del hecho artístico y sus aspectos formales, estos proyectos hablan de esfuerzo, de compromiso, de ilusión, de futuro, de alegría, de vitalidad, de superación de barreras… Un grupo de jóvenes con síndrome de Down forman un grupo de rock y se dedican a hacer conciertos y giras. Y otro grupo, igualmente formado por jóvenes con síndrome de Down, forman parte de una compañía de danza.

En ambos casos estos jóvenes se han encontrado con personas dispuestas a dar el apoyo que precisaban para sacar su arte. Estas experiencias demuestran que las personas con síndrome de Down saben cómo poner en solfa los estereotipos que sobre ellos hay todavía en la sociedad. Son capaces de subirse a un escenario para cantar, bailar y emocionar al público. Son capaces de tener y transmitir entusiasmo. Viven el arte.